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un tejido de luchas y resistencias en consolidaciónNicolas Muñoz
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Según Pierre Bourdieu (1984), al interior de un grupo social los agentes se desempeñan en diferentes campos dentro de los cuales existen diferentes relaciones de poder; así, por ejemplo, en la educación, la cultura, el trabajo, la información, la ruralidad, el espacio público (y muchos otros campos) los grupos se disputan constantemente el capital que garantiza la dominación de la que son sujetos. 

 

De lo anterior podemos sacar tres conclusiones parciales: (i) existen grupos dominantes y otros dominados o subalternizados; (ii) la dominación no solo se da por razones de clase, es decir, por las desigualdades económicas, existen varias formas de capital (incluso simbólico y cultural); y (iii) como la dominación se da en diferentes campos, las luchas y disputas también son múltiples.  

 

En Madrid históricamente se han disputado, en múltiples campos, diferentes procesos de lucha y resistencia. Las organizaciones ambientales han defendido el territorio de procesos de destrucción y cooptación de la tierra por proyectos económicos externos basados en la explotación de recursos; organizaciones sindicales han disputado las relaciones y prácticas de explotación en las empresas de cultivo de flor; los colectivos culturales han resistido y disputado la resignificación cultural del pueblo y su identidad por procesos económicos y políticos; profesores y estudiantes han luchado en contra de las malas condiciones educativas del territorio; las experiencias de comunicación popular se disputan la información oficial; las organizaciones feministas han desafiado las prácticas y relaciones patriarcales, han visibilizado las diferentes formas de dominación por razones de género que existen y que son reproducidas tanto en el espacio privado y la cotidianidad, como en el trabajo y el espacio público. Como vemos: MADRID ES UN TERRITORIO DE LUCHAS. 

 

Uno de esos espacios de lucha es el de la política electoral, fue en ese campo en el que un grupo al cual pertenezco decidió disputarse las relaciones de dominación que históricamente han ocurrido. Así, decidimos hace aproximadamente cinco años que debía ser el Concejo municipal el primer escenario en donde daríamos esa disputa. Escribo esto cuatro años después de haber ingresado allí y de conocer a partir de la experiencia las formas y prácticas que configuran el “juego” político, los actores y sus relaciones. 

 

Ingresar a un campo es comenzar una carrera de cero, los actores que han estado por dentro durante mucho tiempo han conocido las formas en que opera, y saben por la experiencia que se pueden modificar a su favor y el de sus intereses. Sin embargo, el tiempo permite ir aprendiendo sobre los agentes, las razones de su capital, su quehacer, las maniobras, las “jugaditas”; por eso la metáfora del juego es pertinente, hay unas reglas, un contexto, jugadores (internos y externos) y sobre todo muchos intereses en disputa. Desafiar esa estructura rígida fue uno de los mayores retos, un grupo de “outsiders” empezamos a usar ese espacio para desentrañar el juego, ponerles nombre a los jugadores, hacer evidentes sus intereses, con el objetivo consiente de ser un obstáculo, de incomodar. 

 

Otro reto fue la estructura burocrática del Estado mismo y las prácticas de la función pública, muchas de las peores decisiones que pueden tomarse sobre un territorio son legales (no necesariamente legítimas), son sustentadas a partir de las facultades que se le otorgan a quienes las toman en nombre de la democracia “representativa”. Un ejemplo son los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), que son instrumentos de planeación que bien ejecutados podrían garantizar derechos básicos como la vivienda, la soberanía alimentaria, el trabajo digno, la educación o el espacio público; pero que en las manos equivocadas (como ha sido en Madrid hasta el momento) se vuelven el legitimador de la especulación inmobiliaria, la cooptación y destrucción del suelo agrícola. De nuevo, los agentes del campo comprenden el “juego” y lo usan a su favor. 

 

De allí de desprende una de las mayores contradicciones del quehacer político crítico, tratar de cambiar desde adentro un sistema corrupto y corrompido es validar el juego democrático, que ha sido el correlato necesario para justificar y validar las desigualdades históricas.  Se está dentro de un juego diseñado para que unos tengan privilegios y otros no ¿qué tanto puede un agente externo cambiar un juego hecho con esa intención? Una respuesta rápida a esa pregunta es: un solo agente no lo logra, pero muchos agentes juntos movilizados con el mismo objetivo, tal vez sí.

 

Podría pensarse que en un juego arreglado no se puede ganar. Frente a esto, establecer procesos de juntanza para el trabajo conjunto es una de las mayores ganancias, fue en los momentos de articulación entre el rol institucional que desempeñé, con otros procesos de lucha, cuando mayor potencia consiguió mi quehacer como concejal.  Por ejemplo, fue gracias a esta articulación que se logró incluir en la política pública ambiental del municipio acciones concretas sobre la recuperación del río, el monitoreo y regulación sobre la contaminación de las empresas de flor o la vigilancia sobre la actividad minera; en total se incluyeron 14 acciones concretas para la defensa del medio ambiente y el territorio, las cuales hoy son una herramienta institucional de control para las organizaciones pues son de obligatorio cumplimiento para todas las administraciones durante por lo menos 12 años.

 

Otro ejemplo es la inclusión en la política pública de juventudes “la ejecución anual de una acción concertada de recuperación de la memoria histórica en relación con graves violaciones de DDHH ocurridas en el territorio, que hayan tenido como víctimas jóvenes entre los 14 y los 28 años”. Gracias a esta inclusión las organizaciones pueden exigir la realización anual de una acción de memoria histórica sobre el asesinato de Elvis Vivas y Brayan Niño por el ESMAD en el marco del paro nacional en 2021.  Como ven no cambiamos el juego, pero con estas y otras acciones concretas logramos influir en él, poner una pequeña parte de su basto funcionamiento en favor de luchas sociales y ambientales. 

 

Finalmente, el solo hecho de haber disputado el paradigma de las prácticas del quehacer político tradicional en Madrid es una ganancia, haber aportado así fuera poco en el gran campo de las luchas sociales en Madrid. Nuestra escueta experiencia permite demostrar que es posible usar la institucionalidad en favor de otras luchas. 

 

Por estas razones la conclusión no puede ser otra que continuar luchando organizada y articuladamente, pues solo la sumatoria de las luchas que se den en diferentes campos logran transformaciones estructurales que dan lugar a territorios soberanos y autónomos, organizados con base a la vida digna de sus habitantes y la protección de la vida y el territorio.

 

Cierro con una consigna zapatista:

“¡Viva la humanidad, viva la madre tierra, vivan los pueblos del mundo que luchan!”.  

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