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Volver Juntas a la TierraClaudia Espejo
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La desigualdad de género en la propiedad de la tierra, es un tema que viene cobrando relevancia en la última década. Según datos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), a la fecha hay más de 100 países donde es ilegal que las mujeres sean poseedoras de la tierra. En el último censo nacional agrario 2014, se indica que Colombia es el país de América Latina con mayor concentración en la tenencia de tierra, pues el 1 % de las fincas de mayor tamaño tienen en su poder el 81% de la tierra.  Y el 19 % restante se reparte entre el 99% de las fincas. En la sabana de Bogotá, de acuerdo a la estadística catastral el 49% de los propietarios cuentan con el 5% de la tierra, mientras un solo propietario posee el 9% de la misma. Así mismo, los propietarios con terrenos menores a las 20 hectáreas representan el 94,2% y dominan el 47,8% de la tierra, mientras que los propietarios con terrenos superiores a las 20 hectáreas representan tan solo el 5,76% de los propietarios y dominan el 52,1% de la tierra. (Cactus, 2014)

Bajo este panorama de por sí ya bastante hostil, la situación de nosotras, las mujeres populares, es muy preocupante. Según Oxfam, en Colombia las mujeres solo tienen titularidad sobre el 26% de las tierras; si bien, desde el año 1988 se nos reconoce el derecho a la propiedad de la tierra; es evidente la profunda dificultad en el acceso efectivo y titulación de la misma.

 

En nuestro territorio; la floricultura, la expansión urbana desordenada y el volteo de tierras, entre otros fenómenos, han contribuido a la concentración, especulación y el encarecimiento del valor de la tierra. En el mejor de los casos acceder a vivienda propia implica habitar en apartamentos cada vez más lejanos, pequeños e incómodos, ubicados en proyectos de gigantescos conjuntos cerrados con dudosas prácticas ambientales, donde se prioriza la ganancia de las empresas constructoras, pero no el acceso a derechos básicos de la población. Donde el hacinamiento de gente no garantiza la vida en comunidad y mucho menos la soberanía alimentaria o la autodeterminación de las mujeres. 

 

Como respuesta a la violencia y desigualdad estructural mencionada, nace en el año 2017, La Asociación Tierra para Mujeres Fura Sune (mujer semilla en lengua Muysc cubun), buscábamos soluciones creativas y solidarias a nuestras dificultades económicas, así que nos organizamos como un fondo de ahorro feminista con el objetivo de dinamizar nuestras economías personales y familiares, y a largo plazo, comprar una tierra colectiva para construir nuestra comunidad intensional tipo ecoaldea y asi desarrollar nuestro proyecto de vida comunitario alrededor del feminismo popular, la agroecología y las prácticas de adaptación al cambio climático.

Somos un grupo de mujeres de diversas edades, experiencias y formaciones; extrabajadoras de la agroindustria de las flores, activistas, artesanas, docentes, pensionadas y profesionales en agroecología y humanidades. Nos juntamos porque nos une nuestro origen campesino, porque queremos una vida en comunidad y porque compartimos un profundo amor y respeto por la tierra, la añoramos… 

 

La práctica de ahorrar se ha convertido en una escuela para nosotras y nuestras familias, pues nos ha llevado a mejorar el manejo de nuestras propias finanzas. Además, nos hemos consolidado como una red de apoyo y solidaridad entre nosotras, pues, aunque nuestro objetivo está mediado por juntar dinero, en realidad lo más valioso ha sido la experiencia de compartir nuestros sueños, saberes e incluso dificultades. Estamos tejiendo desde ya, esas redes de confianza y sororidad que sostendrán la vecindad que queremos materializar. 

 

Además del ahorro mensual, hemos re adaptado las estrategias aprendidas del movimiento social y de nuestras madres, quienes frente a las injusticias económicas que impone este país, históricamente han cultivado una poderosa creatividad económica. Es así como generamos diversas actividades de autogestión, en las cuales vinculamos a nuestras familias, organizaciones y personas cercanas, haciendo de la activación de la economía una excusa más para encontrarnos en la esperanza, en el compartir saberes y en la construcción de sentidos comunes. A lo largo de estos años hemos realizado actividades de recaudación de fondos como; talleres de comida saludable, ventas de garaje, eventos culturales con venta de alimentos, paseos, rifas solidarias, entre otras. 

 

Para el año 2024 proyectamos la gestión de recursos por medio de campañas de crowdfunding, donaciones y de la formulación de proyectos alrededor de la temática de la tierra y las mujeres. Así mismo, esperamos consolidar la compra de nuestra tierra de titulación colectiva, pues sabemos que una vez conseguido esto, vendrá el desafío de la consolidación de nuestra comunidad a través de la planeación y autoconstrucción de nuestras viviendas. 

 

Queremos motivar con nuestra experiencia a las personas que nos están leyendo, en especial a las mujeres, deseamos que se atrevan a crear colectivamente sus sueños, a pensar en estrategias para llevar a cabo sus proyectos. Las invitamos a no conformarse, a construir caminos de organización y solidaridad, a tomarnos la economía y el trabajo colectivo como un estilo de vida, que paso a paso, vaya tejiendo redes de amistad y sororidad como base de mundos justos y dignos, donde podamos volver juntas a la tierra y donde el cuidado y la conexión entre nosotras y la naturaleza sea el centro.

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